Fui a la feria del libro al stand de Formosa, a tomar un mate con las chicas de la Casa de Formosa que están siempre firmes como pata de mesa, atajando como podían los ataques de los citadinos que nos acusan de quitarles las tierras a los hermanos aborígenes y hacerles de todo. Que bronca. Las chicas se defienden con uñas y dientes, como verdaderas indias ante el acoso de los carapálidas ignorantes. Sirven para todo las empleadas de la Casa de Formosa en Buenos Aires, para manejarse en los hospitales con los enfermos derivados a la Capital desde Formosa, para la literatura en la Feria del Libro, son unas genias.
Había muchos libros, uno de la gente de teatro, el de los judios en Formosa de Martha Kaplán, y otros de poesías, los de siempre de Historia de Fontana. Pero extrañé las obras del maravilloso Tula, tan silencioso, tan escondido en su casa, quizás tan tímido. Siempre pensé que escribe mejor que Horacio Quiroga. Y además no me entra que con esa cara de santo escriba cuentos tan crueles, que terminan dejandote con piel piririta. Orlando Vanbredan (nunca aprendí ese apellido grindo) tampoco estaba. El otro gringo Hofhan o algo así, que es brillante, sí estaba. También el de la mamá que escribió sobre su hijo Dawn, tierno como una chipita, dulce como el mango.
Bueno, pero estábamos, pequeños, pero estábamos.
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Sábato espiaba detrás de una pila de libros |
Pienso que en Formosa tenemos una Facultad de Humanidades, ¿ no se podrá coordinar para que la Universidad participe ? Bah, digo yo, que no sé nada. Me voy a atar el perro. Ya vuelvo.
Bueno, digo. Son lindos los libros.
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